Comentario 'El árbol' - Ana María Matute
Cuento:
Todos los días, cuando volvía del colegio, el niño que soñaba miraba aquella gran ventana del palacio. Dentro de la ventana había un árbol. El niño no lo podía comprender, y ni siquiera en sueños podía explicárselo. Alguna vez le decía a su madre: «En ese palacio, dentro de la habitación, al otro lado del cristal de la ventana, tienen un árbol». La madre le miraba con ojos serios y fijos. De pronto, parecía que tenía miedo, y le ponía la mano en la cabeza: «No importa, niño», le decía. Pero el recuerdo del árbol perseguía al niño fuera de sus sueños. «Vi el árbol ayer por la mañana y ayer por la tarde, dentro de la habitación. Los de ese palacio tienen un árbol en el centro de la sala. Yo lo he visto. Es el árbol gemelo del que vive en la acera, dentro de su cuadrito de tierra, entre el cemento. Sí, madre, es el árbol gemelo, les vi ayer hacerse muecas con las ramas». Como no podía ya pensar en otra cosa, hasta sus sueños le abandonaron. Cuando llegaron los días sin mañana, sin tarde, ni noche, cuando la mano de la madre se quedaba mucho rato en su frente, para frenar su pensamiento, el niño buscaba afanosamente en el suelo de su cuartito y debajo de la cama: «Tal vez el árbol me vaya buscando por debajo de la tierra, y vaya empujando la tierra, y me encuentre». El miedo de la madre le llegaba al niño a la garganta y sus dientes castañeteaban. «No importa, niño». Por fin, un día, vino la noche. Entró en el cuarto y se lo llevó todo. «Madre, qué árbol tan grande», dijo el niño, perdido entre sus ramas. Pero ni siquiera oía ya la voz que repetía: «No importa niño, no importa».
Comentario: (no es opinión, es análisis)
Tema: Vuelves al mismo sitio del que provienes (de la naturaleza).
El niño está enfermo (tiene fiebre) y delira. Realmente no sabemos si el árbol existía de verdad (puede ser que fuese el reflejo en un cristal, que fuese una invención del niño o que los dueños de tal casoplón tuviesen un árbol en la sala), pero lo que sí afirmamos es que este es el puente entre el ser humano y la naturaleza. De nuevo se contempla el pasotismo de la madre.
Todos los días, cuando volvía del colegio, el niño que soñaba miraba aquella gran ventana del palacio. Dentro de la ventana había un árbol. El niño no lo podía comprender, y ni siquiera en sueños podía explicárselo. Alguna vez le decía a su madre: «En ese palacio, dentro de la habitación, al otro lado del cristal de la ventana, tienen un árbol». La madre le miraba con ojos serios y fijos. De pronto, parecía que tenía miedo, y le ponía la mano en la cabeza: «No importa, niño», le decía. Pero el recuerdo del árbol perseguía al niño fuera de sus sueños. «Vi el árbol ayer por la mañana y ayer por la tarde, dentro de la habitación. Los de ese palacio tienen un árbol en el centro de la sala. Yo lo he visto. Es el árbol gemelo del que vive en la acera, dentro de su cuadrito de tierra, entre el cemento. Sí, madre, es el árbol gemelo, les vi ayer hacerse muecas con las ramas». Como no podía ya pensar en otra cosa, hasta sus sueños le abandonaron. Cuando llegaron los días sin mañana, sin tarde, ni noche, cuando la mano de la madre se quedaba mucho rato en su frente, para frenar su pensamiento, el niño buscaba afanosamente en el suelo de su cuartito y debajo de la cama: «Tal vez el árbol me vaya buscando por debajo de la tierra, y vaya empujando la tierra, y me encuentre». El miedo de la madre le llegaba al niño a la garganta y sus dientes castañeteaban. «No importa, niño». Por fin, un día, vino la noche. Entró en el cuarto y se lo llevó todo. «Madre, qué árbol tan grande», dijo el niño, perdido entre sus ramas. Pero ni siquiera oía ya la voz que repetía: «No importa niño, no importa».
Comentario: (no es opinión, es análisis)
Tema: Vuelves al mismo sitio del que provienes (de la naturaleza).
El niño está enfermo (tiene fiebre) y delira. Realmente no sabemos si el árbol existía de verdad (puede ser que fuese el reflejo en un cristal, que fuese una invención del niño o que los dueños de tal casoplón tuviesen un árbol en la sala), pero lo que sí afirmamos es que este es el puente entre el ser humano y la naturaleza. De nuevo se contempla el pasotismo de la madre.
Kisses,
Myn
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