La niña de la sonrisa triste - Nym
La niña de la sonrisa triste y ojos claros que vivía en el campo, veía el mundo en blanco y negro. Y es que allí, detrás de su hogar, plantaba las florecillas silvestres que recogía de vuelta del colegio, fueran azuladas, amarillas o rosadas, puesto que solo podía percibir el color de aquellos capullos florecidos. Cada vez traía unas distintas, y las cuidaba como su padre nunca lo hizo, para que crecieran entre coloridos y hermosos tonos mientras ella se manchaba sus manitas de tierra mojada. Un atardecer decidió reunir varias flores con las que haría un ramillete que obsequiaría a su madre. La niña de la sonrisa triste entró en la casa, de desconchadas y húmedas paredes, orgullosa de su trabajo y esta vez con la curva en sus labios más sincera que jamás haya esbozado. Podía empezar a ver los demás colores a su alrededor, saliéndose de los bordes del ramo que portaba en sus manos. Pero, cuando estiró repetidamente la falda de la enajenada mujer que fregaba los platos de la cena sin obtener respuesta alguna, su mundo entero se volvió a desteñir. Bajó la cabecilla, con los ojos brillantes y se encaminó a su pequeño jardín donde se acurrucó cerca de sus amigas. Estas la arroparon, queriendo devolverle lo que ella les había brindado, mientras la niña de la sonrisa triste regaba sus raíces con la más pura y cristalina agua. A la mañana siguiente, las florecillas silvestres dejaron caer sus mustios pétalos en los los violáceos y gélidos párpados cerrados de la niña.
0 comentaris